miércoles, 27 de enero de 2010

Ayer Auschwitz… Hoy Gaza

El día de ayer se cumplió un aniversario más de que el ejército rojo liberó a los prisioneros del complejo de Auschwitz (27 de enero de 1945). En conmemoración, el presidente israelí, Simon Peres expresó:

"Nunca más debemos ignorar a sanguinarios dictadores, que se esconden tras máscaras demagógicas y propagan consignas asesinas", también reconoció el derecho de los palestinos a un “Estado independiente”, pero recalcó el de los judíos a defenderse.

Por otro lado, este mes se cumple un año de la operación Plomo Fundido, ataque contundente por parte de las fuerzas israelí a la franja de Gaza. Dicho despliegue militar, cobró cerca de mil 500 víctimas, en su mayoría civiles. Y aunque a poco más de un año de este enfrentamiento, la reconstrucción de la franja de Gaza sigue paralizada por las dificultades que interpone deliberadamente el Gobierno de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel.

La imposibilidad de que los palestinos accedan a bienes imprescindibles para levantar de nuevo las viviendas e infraestructuras destrozadas durante los bombardeos es la prueba de que, en contra de lo que establece el discurso oficial en Israel, nunca hubo una retirada en sentido estricto de Gaza, sino una manera diferente de gestionar la ocupación. Ahora no se lleva a cabo a través de asentamientos y destacamentos militares en el interior del territorio, sino mediante la conversión de una pequeña porción de tierra donde malvive un millón y medio de palestinos en un gueto controlado desde el exterior.

La dureza de la política de Netanyahu hacia Gaza pretende minar el poder de Hamás, cuyas milicias han vuelto a enardecerse con el Ejército israelí, lanzando cohetes artesanales y recibiendo bombardeos aéreos de represalia en el sur de la franja. El ideal totalitario de Hamás, así como el hecho de que se hiciera con el control de Gaza mediante un golpe de fuerza contra Al Fatah, no justifica que Israel incumpla sus deberes internacionales con la población civil, manteniendo un férreo bloqueo e imposibilitando la reconstrucción. Haciendo a los palestinos rehenes de una doble intransigencia, la suya y la de Hamás, Israel no cosechará más seguridad, sino que se colocará en una posición de creciente soledad: sus enemigos tendrán cada vez más razones para serlo y sus aliados más difícil seguir a su lado.

Durante los últimos días, el tambaleante poder de Abbas en Cisjordania también ha padecido los efectos de la política de Netanyahu: un ataque contra Nablús, saldado con varios muertos y heridos civiles, ha puesto en evidencia el desprecio israelí por la interlocución que pueda representar la Autoridad Palestina. Las elecciones en los territorios que tendrían que haberse celebrado este mes han sido pospuestas, complicando aún más la situación. Sin una autoridad palestina democráticamente elegida, la suerte de la región sólo dependerá de la fuerza. Y la reunificación política de Gaza y Cisjordania se va pareciendo cada vez más a un sueño irrealizable.

Si bien Auschwitz jamás debe olvidarse, tampoco resulta válido recurrir al fantasma del antisemitismo, pues es el modo más fácil de descalificar a todos los que no muestran un apoyo incondicional a la causa sionista. El antisemitismo justifica las propias acciones y exime de responsabilidades. El sentirse solos e incomprendidos, rodeados de una marea de antisemitismo eterno e indiscriminado, da razones a la política unilateral de fuerza que tan popular es en Israel y que lo ha ido alejando de la comunidad de las naciones.

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